Madrileños

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Se ha generado un sentimiento de odio a los madrileños

Este verano ha comenzado a sobrevolar por varias provincias españolas un peculiar sentimiento de aversión hacia los madrileños. Pero, a todo esto, ¿qué demonios es un madrileño?

El diccionario de la Real Academia de la Lengua española dice que el término madrileño se refiere a los nacidos en Madrid y su comunidad autónoma. Sin embargo, en la práctica, cualquier persona que haya puesto un pie en Madrid para residir más de un día al año ya carga con esa etiqueta. Así lo ven quienes no viven en la capital: te pasas por tu lugar de origen o te aventuras a hacer turismo por este encantador país llamado España, y voilà, ya eres un madrileño de pleno derecho. Resulta curioso, porque muchos españoles hemos cambiado de residencia por estudios, trabajo, incluso amor, pero el gentilicio no viene con nosotros de inmediato; al menos no oficialmente. Pero claro, Madrid es otra historia.

La mayoría de nosotros vive en edificios con varias plantas y tres o cuatro viviendas por planta. Las relaciones entre vecinos han cambiado mucho desde que éramos críos. Antes íbamos al colegio cruzando la calle. Ahora, el colegio está donde mejor venga al trabajo de uno de los padres, para que pueda dejar a los niños de camino y regresar corriendo ante cualquier emergencia. Y así, en Madrid, podemos encontrar vecinos de León, La Coruña, Burgos, Valencia, Córdoba, Lima, Rabat… una auténtica ensalada de procedencias y países.

Si observamos la entrada y salida de los colegios, queda claro cómo ha evolucionado la sociedad española. Nuestros hijos ya no solo tienen compañeros del barrio, sino también del extranjero. De hecho, en algunos vecindarios, ningún padre es nacido en España. Ahora, surge la pregunta: ¿si estos niños viven en Madrid y viajan a otra región, les llamarán también madrileños o ese honor se reserva solo para los nacidos en suelo español? Intriga nacional.

Recuerdo cuando llegué a Madrid en 2002. Mi pequeño destino laboral era un crisol de provincias. La mayoría de mis compañeros tenían padres nacidos fuera de Madrid; sus hijos habían nacido aquí. En vacaciones, todos volvían a las localidades de origen de sus familias. El primer fin de semana que regresé a Cigales, uno de mis vecinos me lanzó la gran pregunta:

—¿Cómo va el madrileño?

¿Qué es ser madrileño realmente? Personas que trabajan en Madrid pero huyen al resto de provincias y regiones en cuanto tienen un par de días libres, ¿también son madrileños? Bueno, depende de a quién preguntes, pero ellos seguro que no se sienten así. Los madrileños de verdad no huimos… ¿o sí?

Este verano de 2024 nos hemos topado con una nueva y divertida sorpresa: el término madrileño convertido en arma arrojadiza contra los turistas que, vaya por Dios, residimos en esta comunidad. Pero, ¿qué es un turista? Persona que viaja por placer y hace turismo, ¿no? Pues parece que para algunos somos algo así como invasores. Los residentes de las localidades costeras sienten que sus espacios son ocupados por hordas de madrileños. Y aunque estos turistas dejamos el dinero en hoteles, restaurantes y apartamentos, tiendas y supermercados, hay quien sigue mirándonos con recelo. Claro, los turistas son los malos de la película.

Tal vez se olvidan de que hay personas moviéndose por este país por trabajo, familia o simple capricho, porque, afortunadamente, podemos movernos con libertad. Pero, eso sí, cuidado con los madrileños, somos la verdadera amenaza de este país. ¿Saben cuántos visitan la capital del reino de España —especialmente en Navidad— y lo a gusto que se está por aquí en cualquier época del año?

Y mientras algunos políticos se rasgan las vestiduras clamando derechos para los que llegan de fuera sin cumplir los requisitos mínimos, a los madrileños nos caen chuzos de punta. Altercados, robos, agresiones, violaciones… todo el panorama criminal parece copado por extranjeros. Pero no, los peligrosos somos nosotros, los madrileños.

Esperemos que estos detractores no tengan nunca que venir a Madrid por trabajo, estudios, salud o porque les da la gana. Si lo hacen, en dos días ya serán del barrio. Así funciona aquí: se llama democracia; se llama libertad. Al final, un madrileño es solo un español más que vive en la capital de su país. No nos odien tanto, que somos encantadores, de verdad.

Publicado en Libertad Digital