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El cuerpo humano es un compendio de muchas circunstancias vitales que nos rodean, al menos a aquellos que vivimos integrados en una sociedad. Los diferentes grupos sociales nos unimos por cercanía, familiaridad, intereses o por accidentes naturales. Sí, accidentes naturales: montañas, valles, ríos, mares o la grandiosa mar océana.
Desde que nace un ser vivo tiene una cosa segura: su muerte. El tránsito desde el punto de inicio hasta el punto final hemos denominado como “vida”. Ésta se suele desarrollar de manera individual, con claras interacciones en el grupo del que se forma. Ya, ya voy, no te impacientes tanto… hay algunos individuos que deciden alejarse de sus semejantes y transcurrir su existencia sin la compañía, mala, pésima o buena, que de todo hay. Aun ese conjunto de solitarios, se alejen más o menos de sus congéneres, seguirán conviviendo con otros animales, bichos de mayor o menor tamaño, agrupados en la flora y fauna, así como los minerales del planeta Tierra.
Superar situaciones extremas es uno de los sucederes que podemos tener en nuestra existencia. ¿A qué se denomina “extremo”? Algo que es difícil de superar, discurrir, afrontar, aguantar… seguro que comprendes cualquiera de los verbos utilizados.
Esas situaciones pueden tener un entrenamiento para comprender cómo afrontar su llegada, tránsito y salida de ellas con relativo éxito, o bien con el menor de los daños posibles.
Desde hace más de dos mil años de la era cristiana, vivimos rodeados de guerra. Este mal llamado mundo civilizado tiene por costumbre habitual intentar joder al próximo. Sí, al más cercano en cuestión de situación física o distancia personal. ¿Pensabas que iba a decir “prójimo”? No era mi intención, no. Esta cultura nuestra pretende fastidiar con éxito cuanto más cerca mejor, ya que así seremos conscientes de nuestra victoria sobre el cercano.
En este mundo nuestro, en este país nuestro, nos gusta sentirnos diferentes del vecino, ya sea en base a la geografía, a la historia, a los gustos deportivos… ¿quién no llega más estirado cuando su equipo favorito deportivo vence a rival más acérrimo?
Rendirse no es una opción, que decía la Princesa Contadora de Olas, gran amiga y más hermosa persona aún; ni un paso atrás, ni para coger carrerilla, que decía mi gran amigo Santiago, docto en colocar las ideas que circulan entre el cuero cabelludo y la mandíbula de mi cráneo. Y entre ambas opciones, siempre me acuerdo de Jesucristo y San Francisco de Asís… aunque esté cansado de recibir vaivenes disparatados de algunos individuos del grupo más cercano al que pertenezco.
Has hecho blanco, querido, por dos veces. Mira, pensaba que la primera vez era un error; se trató de mostrar la realidad de tu apreciación, sin embargo continuaste, incluso persistías en tus comentarios. Al final me he dado cuenta que tienes razón, toda y completa razón: es tu verdadero pensamiento.
Recuerdo que hace más de 25 años, dentro del adiestramiento profesional, se nos inculcó:
-No existe el término “yo pensaba que” o “yo creía que”.
Y así estoy convencido de ello. Me cansé de rebatir una opinión que muestras. Estoy plenamente convencido que estás equivocado. De la misma forma comprenderás que me has cansado con tu actitud. Sin embargo, la respeto, aunque no la comparta; se precisó desde varias personas que te encontrabas en un profundo error; aun con ello, continuaste en tu visión.
¡Bah! Estoy cansado de vos. Por ello, comprenderás que me sienta muy agotado. Y, aunque no lo creas, intento recuperar cada día resuello para afrontar todos y cada uno de los avatares que el conjunto social, en cual estoy integrado, hace llegar a mi existencia. Te garantizo que mañana, Dios mediante, continuaré afrontando todos y cada uno de las labores dentro de la sociedad… ¿todas? No, todas no, ese aspecto tuyo, que tanto nos ha separado en los últimos días… ¡te lo regalo!
-Para tí la perra gorda -decía mi abuelo Jacinto en el amado Cigales, provincia de Valladolid.
Tú pensarás por tu lado; yo por el mío:
Descansa en tu lado,
que haré lo mismo en este cacho…
que me has dejado.