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Laso ha cumplido años en cama
El día 4 de septiembre ha cumplido 365 años un buen amigo, maestro, compañero, un ejemplo de ser humano: D. José Antonio García Redondo Laso. Sí, correcto, es el creador del método Laso, ya hablamos de él hace unos meses; quizá años. Y, como ha sido su cumpleaños, y por razones obvias de viajes y salud no hemos celebrado un cumple como Dios manda, toca escribir un poco para que nos escuche a todos, todos. Bueno, a casi todos.
El viaje
Ese día 4 de septiembre del año pasado, el bueno de Laso y Conchi, su santa esposa, andaban de visita en Alicante para ver a los nietos. Aprovechando el día 2, San Antolín, patrón de Palencia, capital de la provincia donde nacieron Laso y Conchi, marcharon a la localidad levantina. Los nietos son lo mejor del mundo; mejor que la tortilla con cebolla —sin cebolla no es tortilla; aquí no negociamos tonterías—. Tus nietos, querido amigo, van creciendo y conociendo nuevos enigmas de la vida día a día.
Los ángeles
Me encanta ir a verte. Por cuestiones familiares, y de enredos donde me meto voluntariamente, como si fuera en un contenedor de residuos amarillo —¿te acuerdas?—, paso algunas semanas sin venir al hospital Fundación San José, de la congregación religiosa hermanos de San Juan de Dios. No puedo dejar de mencionar a esas criaturas, los enfermeros, médicos, personal sanitario, limpieza, administración, cocina… todos ellos tienen un corazón que no les cabe en el pecho. ¡Qué dedicación! ¡Qué ejemplo! No tendría tiempo para darles las gracias por cuidar de vosotros, ángeles postrados en sillas y camas.
Uno de ellos, especialmente, te tiene pillado el tranquillo. Resulta que, desde hace un tiempo, has decidido inclinar tu cabeza hacia el hombro izquierdo —mira que hablamos que las cosas de este mundo funcionan como se aprietan los tornillos. No, no digo más de política, pero la pusiste fácil, compañero—. Has de entender que apretar tanto hacia ese lado te ha producido dos heridas por la presión de la mandíbula sobre la clavícula. Venga, relaja ese lado, y coloca la barbilla hacia el otro. Tómate una tregua, por favor. Esa tregua también ha de dar descanso a las manos, que los dedos no te los va a quitar nadie. Ya vigilamos nosotros, querido.
Aquél día
Han pasado los días, semanas, meses y un año tremendo —unos 365 años, aproximadamente—. Este tiempo se resume de la forma más sencilla. De tal empellón te dio en tu magnífico cerebro, que te llevó por delante el resto del cuerpo. Nunca fuiste portador de un cuerpo dotado en kilos y músculo, no. Eres más de sencillez incluso en el aspecto. Recuerdo cómo nos agarrabas la mano y apretabas —¡qué jodío!—, mientras tus ojos nos observaban desde el tremendo muro que se levantó en tu interior. Oteabas por encima de esa barrera, incluso no hace mucho aún nos deleitabas con esa mirada tan limpia, sincera y pura. Sin embargo, hoy has decidido no levantar los párpados. Te entiendo, para lo que hay que ver.
Mueves la pierna, especialmente la izquierda —cualquier movimiento es bueno—. Además, me parece sigues con el horario cambiado, haciendo la imaginaria para el resto de vecinos. Vecinos con historias tremendas, como el hombre que sufrió un infarto en su casa; quien no ha conocido a su hijo recién nacido, pero que le aprieta contra su pecho cuando le colocan encima al bebé. Hace un esfuerzo tremendo, como el tuyo, para mover un brazo, las piernas, y esos desplazamientos de los globos oculares sin levantar el telón de los párpados.
Patrona
Pronto, en unos días, será la Patrona, nuestra Patrona, de la Guardia Civil. Nada, no te preocupes, tampoco iré a aquél little garito donde echaste los mejores años de tu vida profesional. Se han acordado de ti hace poco menos de lo esperado. Así son ellos. Bueno, no. Uno sí ha pasado a verte. El mejor, único que queda por allí de la vieja guardia. Los otros han preguntado por ti —no, a mí no; no me tienen en su buen recuerdo, pese a ser de los más limpios que pasó por allí, junto a Biempica—. Desconozco si les han dado la novedad. Me parece han estado muy ocupados —como de costumbre (no vale reírse)—, para echar un rato a tu lado. Se lo pierden, como se han perdido tantas y tantas cosas —el honor entre ellas—.
Te hablaba de la Patrona. Pues sí, como el año pasado, iré a misa y rezaré por ti, querido maestro. Porque tanto tú, como los vecinos que te has apañao, lucháis cada día aferrándoos a la vida. Porque tu santa da lo mejor de ella para cuidarte, procurar pases lo mejor posible tu permanencia en cama. Porque el personal que os cuida son gente maravillosa, y poco agradecemos su labor diaria. Daré gracias a la Virgen del Pilar por la lección que nos has dado cada día de estos 365 últimos cuando, cada uno de ellos, ha sido un año. Y porque este año levantarás los párpados, te incorporarás de la cama y dirás:
—¡Menudo año ha pasado!
Y pasará. Tengo fe, sólo han transcurrido… 365 años. Feliz cumpleaños, querido Laso.
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¿Crees llegarás antes de 365 años?